Hace 70 años que le lujo se adentró en Marbella y desde entonces no ha salido. Políticos, actores, deportistas y culturetas se acercaban a la milla de oro más famosa de España a pasar sus vacaciones, desde junio a finales de septiembre.
Puerto Banús era el foco pero la Marbella histórica y su asombrosa naturaleza siempre enamoran a sus visitantes, eliminando la falsedad de otros destinos creados en los últimos años.
Ruinas romanas, una iglesia paleocristiana, un bonito barrio andaluz, una playa escoltada por dunas… Todos estos lugares sumados al microclima del que goza la localidad malagueña, gracias a la montaña de La Concha que la protege, hacen de ella un destino atractivo para cualquier época del año.
Si queremos empezar nuestro paseo, debemos de arrancar por el barrio de Virginia, una pintoresca urbanización donde las flores adornan los bellos balcones y sus paredes blancas, mientras paseamos por un suelo empedrado que nos hace vivir la Andalucía más auténtica, la de los pueblos blancos de montaña.
La tranquilidad de este conjunto residencial ideado en los 60 solo es comparable con algunas de sus playas más tranquilas, como Cabopino y Calahonda, donde podemos disfrutar de un ecosistema de dunas reconocidas como Monumento Natural, o la Torre de los Ladrones, una de las atalayas romanas de vigilancia costera declarada Bien de Interés Cultural.
Si queremos disfrutar de la Marbella más histórica, debemos visitar sus ruinas romanas, junto a la desembocadura del río verde y descubiertas en los años 60 y expuestas como museo desde 2013. Las ruinas datan del siglo I y pertenecían a una antigua villa de 698 metros cuadrados, uno de los escasos asentamientos romanos en Andalucía.
A pocos minutos del casco histórico de Marbella se ubica el antiguo barrio de pescadores, desarrollado hace generaciones junto a la calle Guadalete y transformado en puerto deportivo, que nos permite adentrarnos en la Alcazaba construida en el siglo IX o en el Museo del Grabado Español, alojado en el antiguo Hospital Bazán, con obras de Miró, Chillida, Picasso o Tàpies.
Para descubrir todos estos lugares desde el casco histórico nada como alojarse en alguno de los hotelitos boutique repartidos por sus laberínticas callejuelas blancas. Maison Ardois, El Castillo o Santo Cristo son coquetas opciones con las que sentir la esencia marbellí desde sus terrazas.
Dentro del Marbella Club Hotel podemos encontrar varias opciones fabulosas para comer o cenar en un ambiente íntimo, como El Patio o El Grill, donde probar uno de los extraordinarios platos de carne de su elaborada carta a la luz de las velas. La cocina japonesa más desenfadada, acompañada de originales cócteles, se puede probar en los distintos espacios del nuevo beach club Salvaje, situado en Puerto Banús.